La Capilla de los Huesos de Évora
la capilla de los huesos de evora
Entre los siglos XVI y XIX, los centros religiosos de toda Europa se hicieron eco una tradición aún más antigua: los osarios decorados. Sobrecogedoras construcciones arquitectónicas hechas de huesos humanos que, con el paso del tiempo, se han convertido en auténticas obras artísticas y en lugares de reflexión, una especie de diálogo con el pensamiento de épocas que ya apenas podemos comprender.

Los antiguos osarios, relegados a las notas a pie de página de la historia religiosa europea, formaron parte en su día de un diálogo con la muerte que ahora se ha silenciado. Sin embargo, para quienes los construyeron el diálogo era alto y claro, y no se esperaba que los muertos permaneciesen callados.
Paul Koudounaris. ‘El Imperio de la Muerte’.

En Évora, una de las más bellas e importantes ciudades históricas de Portugal, podemos encontrar interesantes enclaves a lo largo de sus calles blancas y laberínticas: el Templo romano de Diana, la catedral de Nossa Senhora da Assunção, las centenarias murallas que rodean y parecen abrazar la ciudad antigua… Pero uno de los rincones más emblemáticos (y buscados con cierto morbo) permanece escondido bajo los ecos de siglos pasados, en las silenciosas galerías de la Iglesia de San Francisco: la sobrecogedora Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos) es un lugar no recomendable para visitantes temerosos, es uno de los osarios más espectaculares de toda Europa, que compite en suntuosidad y macabra elegancia con otros embemáticos osarios como las Catacumbas de Paris o el Osario de Sedlec en Kutná Hora (República Checa).

foto-capilla-huesos-EvoraPara nosotros, visitantes modernos, es muy difícil afrontar con claridad de juicio la visión desoladora de los grandes osarios. Estas macabras y a la vez magníficas exposiciones colectivas de la ‘carcasa humana’ expuesta en toda su desnudez y blancura, en un tremendo despliegue de formas, son visiones prácticamente imposibles de concebir o entender hoy en día (salvo quizás por artistas como Damien Hirst o Gunther Von Hagens). Y sin embargo ahí están los osarios, repartidos por toda Europa. Los huesos silenciosos nos hablan pero nosotros ya no comprendemos su lenguaje. Lo hemos olvidado. De hecho, la lista actual de osarios fantásticos no es más que una sombra de lo que fué en siglos pasados. Muchos de ellos fueron destruidos y sólo sobrevivieron como meras descripciones, dibujos y relatos de viajeros, y hablaban de lugares fuera de lo común, y mucho más inaccesibles de lo que lo son actualmente. Precisamente en Portugal se perdieron dos de los más grandes de todo el país: uno se encontraba en el monasterio de Santa Cruz en Coímbra y al parecer albergaba infinidad de huesos de cristianos muertos durante la batalla de Ourique contra los musulmanes en 1139. Ni siquiera se sabe como desapareció, simplemente lo hizo sin dejar ni rastro. Y el otro se encontraba en la isla de Madeira, y se decía de él que era el más espectacular de todo Portugal. Por suerte, nuestro país vecino aún conserva tres de los más espectaculares de toda Europa: La Capilla de los huesos en Alcantarilha, el Osario de la Iglesia do Carmo, en Faro, el osario de Campomaior, y por supuesto el que nos ocupa, la Capela dos Ossos de Evora.

Osarios de Portugal

CONVERSANDO CON LOS MUERTOS

Nos ossos que aqui estamos pelos vossos esperamos

‘Huesos que aquí estamos / por los vuestros esperamos’. Frases como estas solían inscribirse en los grandes osarios. En alemán, este saludo solía ser ‘Was wir sind, das werder Irh / Was Ihr seid, das waren wir (‘Lo que nosotros somos, vosotros seréis / Lo que vosotros sois, nosotros fuimos’). La frase fue evolucionando a muchos idiomas y llegó incluso hasta Évora.

La Muerte. Como no podía ser de otro modo, esta palabra que asusta y fascina por igual es el concepto clave para afrontar la comprensión de grandes osarios de Europa como el de Évora. En la actualidad el mundo occidental moderno mantiene la percepción de la muerte como una frontera inamovible y fatal, una fractura, pero en muchas otras culturas no siempre ha sido así, sino que se percibía como una transición natural del ciclo de la existencia, y en estas sociedades el diálogo entre los vivos y los muertos era una parte más de la actividad social. Aún hoy en nuestra sociedad persisten ecos de esta comunicación postmortem en festividades como el Día de Difuntos o, de una manera más kitsch y festiva, el propio Halloween. En el orbe cristiano, el lugar por excelencia para esta comunicación no podía ser otro que los osarios, un lugar donde los muertos no quedan fuera de una sociedad que los ignora. En palabras del filósofo Jean Baudrillard «Hemos experimentado una evolución en la que, poco a poco, los muertos han dejado de existir, […] en una sociedad incapaz de enfrentarse a la muerte sin languidez o sin una fascinación perversa».

La visión de lugares como la Capilla de los huesos de Évora nos resulta naturalmente perturbadora a nosotros, espíritus modernos. Estas osamentas humanas desnudas y frías bajo la luz lechosa de las vidrieras, amontonadas a cientos (aún bajo un orden estético) de manera colectiva parecen querer socavar nuestro más íntimo concepto de individualidad corporal. Y eso nos resulta irreal o incluso perturbador, pues nada hay más sagrado que el individuo. El indivíduo es la base fundamental de la sociedad moderna. Frente a esta percepción, ¿qué quieren expresar entonces estas grotescas exposiciones de huesos sin nombre?.

ARTE MACABRO: ‘MEMENTO MORI’, ‘TRANSI’ Y ‘VÁNITAS’

Desde un punto de vista simbólico, la calavera permanece largo tiempo tras la pérdida del cuerpo. Es en cierto ‘permanente’ tras la muerte, es la prueba de que alguien existió antes de caer en el ‘sueño eterno’ y el recuerdo de que, de algún modo, sigue existiendo. La calavera, en muchas culturas incluida el cristianismo, es un símbolo de perdurabilidad, no siempre de fatalidad, dolor o pérdida.

El mundo es un teatro y la vida humana es la frontera de todas las cosas mundanas. La vida es la personificación de la vanidad. La muerte rompe y disuelve la ilusión, y es la frontera de todas las cosas mortales. Que aquellos que visiten este lugar reflexionen sobre estas máximas y las lleven consigo con un vivo recuerdo de la muerte. La paz sea con Vosotros.
Inscripción en la Cámara de Reflexión de los Caballeros de San Juan de Malta.

A menudo, al observar los grandes osarios, se suele decir que son expresiones del memento mori, es decir, recordatorios duraderos de la presencia de la muerte, pero en realidad eran y son mucho más que eso. Antiguamente los osarios eran considerados lugares sagrados, y no siempre buscaban inspirar miedo, sino esperanza, ya que la muerte era necesaria para liberar el espíritu a una nueva vida y despertar en la eternidad. Por este motivo precisamente son tan difíciles de comprender a ojos modernos.

Breve historia de los osarios

A lo largo de la antigüedad la calavera humana se ha tratado a menudo como objeto de veneración en infinidad de culturas, desde el neolítico, pasando por los celtas o hasta el budismo tibetano, por mencionar algunos ejemplos. Tras la ‘moda’ de la incineración, a partir del S.II d.C el enterramiento volvió a ser la forma de actuación preferida por el cristianismo naciente. Esto era debido a la creencia de que parte del espíritu humano quedaba impregnado en los huesos (por ejemplo en las reliquias de los santos) y era imprescindible que los restos se conservaran los más íntegro posible para la profetizada Resurrección del Juicio Final. Tras la legalización del Cristianismo por el emperador Constantino, los cristianos querían enterrarse preferiblemente en los lugares más sagrados: los sótanos de las iglesias y las catacumbas, que no tardarían mucho en rebosar de huesos y reliquias de santos por doquier, invadiendo el propio espacio de los vivos.

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Esta abundancia de restos humanos amenazaba no pocas veces con problemas de salud pública, y era necesario además retirar los restos más antiguos para dejar sitio a los más recientes, con lo cual se empezaron a crear espacios dedicados a tal efecto, que eran los osarios. De hecho la Capilla de los Huesos de Évora no es una excepción fue construida por necesidad práctica, y no sólo por cuestiones religiosas: En el siglo XVI, los cementerios de la bulliciosa ciudad de Évora estaban saturados de cadáveres, por lo que se exhumaron los huesos con el objeto de hacer sitio para poder enterrar nuevos cadáveres, colocando los más antiguos en una capilla destinada a tal efecto: la actual Capela dos Ossos.

Se dice que el más antiguo de todos los osarios es el de Santa Catalina del Sinaí, en Egipto (530 d.C), y que esta práctica procede en realidad de Oriente. En estos momentos los osarios comenzaron siendo meros depósitos de huesos. Lo mejor estaba aún por llegar, pero a medida que se desarrollaban se volvieron cada vez más inaccesibles, llegando a ser necesario en ocasiones un permiso especial del mismo Papa.

LOS ‘TRANSI’, ESCATOLOGÍA MEDIEVAL

«Hemos creado un espectáculo para el mundo, para que jóvenes y mayores puedan contemplarnos y así ver a qué estado se verán reducidos (…). Así pues, miserable, ¿por qué te enorgulleces? No eres más que ceniza, y ten convertirás, como nosotros, en un cadáver fétido, alimento exquisito para los gusanos, y cenizas.» Así reza la inscripción de la tumba del cardenal Lagrange de Avignon. Puro arte ‘Transi’.

La idea de crear composiciones con los huesos a gran escala estaba relacionada con un cambio en la representación de la muerte en la cultura visual de la Edad Media. A partir del 1100 los artistas comenzaron a representar el cuerpo humano en proceso de putrefacción y descomposición, retratando incluso a nobles o altas jerarquías eclesiásticas, como en el caso del cardenal Lagrange de Aviñón. Tal vez este deseo de impacto se encuentre en el trauma existente en la sociedad a raíz de la Peste Negra y otras epidemias. En palabras de Paul Koudounaris: «La muerte como sueño eterno empezó a dar paso a la muerte como fuerza activa que causaba estragos en el cuerpo y se burlaba de la brevedad humana».

 

LOS ‘VÁNITAS’, CONTRARREFORMA MACABRA

vanitas

Los ‘vánitas’ pretender transmitir al espectador la futilizdad de las preocupaciones y los placeres frente a la muerte, afirmando la fragilidad de la existencia y buscando en el espectador una reflexión profunda y sombría, pero no exenta de esperanza.

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?. Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. […] Nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Eclesiastés,1.

Pero lo mejor en cuanto a Arte Macabro llegaría en el siglo XVI. Tras la Contrarreforma emprendida por la Iglesia Católica en toda Europa contra el auge del protestantismo iniciado por Lutero a partir de 1545, los osarios dejarían de ser simples almacenes de huesos amontonados para convertirse en dramáticas representaciones teatrales con el objetivo de remover lo más profundo del espíritu de los fieles que pudieran acceder a verlos. El espíritu de la Contrarreforma en busca de adeptos se extiende durante siglos, imprimiendo en el arte y la arquitectura una suerte de tenebrismo y majestuosidad profunda y oscura, y los osarios no serían una excepción en este campo, todo ello frente a la austeridad y sencillez predicadas por el Protestantismo Rival.

capilla-huesos-evora-0La nueva moda se inclinaba por una morbosidad exacerbada y la mortificación corporal. El interés por la muerte y la decadencia del cuerpo humano rozaban la obsesión. En cuanto a ejercicios espirituales de la época destacan por ejemplo la orden monástica de las hermanas Sepolte Vive (literalmente ‘Sepultadas Vivas’), en la que las monjas del convento de Santa María della Concezione en Roma dormían en ataúdes y tenían todo decorado con calaveras y huesos humanos. Meditaban constantemente sobre la muerte y dejaban a las monjas muertas por el convento, allí donde les llegara su hora.

En cuanto al arte, a partir del siglo XVII vuelven a emerger con fuerza representaciones como los ‘vánitas’ (literalmente ‘vanidad’), que son básicamente bodegones en los que se muestra la expresión pictórica del ‘memento mori’recuerda que vas a morir»). Tienen muy diversas formas, pero siempre suelen representar la predominancia de la muerte (simbolizada con una calavera) sobre todo tipo de poder, belleza o placer mundano (coronas rotas, joyas, ruinas, partituras, flores, etc.). Son uno de los géneros más distintivos del período Barroco.

Todos estos estilos de decoración macabra serían adoptados por los monjes franciscanos en Évora y en otros lugares de Portugal. El caso de la Capilla de los huesos de Évora, de 20 x 10 metros de superficie, se creó sobre un antiguo dormitorio franciscano y está decorada al estilo de la contrarreforma con los restos de unas cinco mil personas procedentes de cementerios cercanos. El lugar se concibió como un espacio de reflexión sobre la vanidad mundana (de hecho las bóvedas están cubiertas de ‘vánitas’ y también se la conocía como La Casa del Desengaño. Según un documento de 1728, se decía que el lugar pretendía inspirar arrepentimiento.

MOMIAS SIN NOMBRE

capilla-huesos-evora-3-momiaEn la Capilla de Évora, los huesos son una parte más de la arquitectura sagrada. Incrustados en mortero y envolviendo grandes pilares, bóvedas y crujías. Dentro destacan dos momias deterioradas que colgaban de la pared. De identidad desconocida, una es de un hombre y la otra de un niño, y han inspirado numerosas leyendas, como por ejemplo la que cuenta que son un hombre que maltrataba a su esposa y su hijo, que la desobedecía. Según la leyenda, la mujer arrojó una maldición sobre ambos, y el efecto se mostró cuando murieron: a la hora de enterrarlos el suelo se volvía duro y era imposible excavarlo, por lo que los cuerpos acabaron siendo colgados por los monjes como muestra de pecado y mal comportamiento. Algunos historiadores afirman que hubo una tercera momia que, junto con las otras dos, representarían juntas las tres edades del hombre, un tema artístico que representaba la confrontación del hombre con la muerte.

Aunque sobre la puerta vemos la fecha de 1810, la capilla ya existía en el siglo XVII, y en 1789 fue visitada por el escritor inglés James Cavanah quien no sólo la describió sino que además la dibujó, y su aspecto entonces ya era muy parecido al actual. La momias fueron descritas por el poeta Robert Southey como «secas y marchitas (…) semejantes a una armadura en el salón de un viejo barón».

REVIVIENDO A LOS MUERTOS

Relicario de San Pancracio en Wil

El espíritu macabro de la Contrarreforma llegó también a la elegancia de los relicarios. Este es el esqueleto de San Pancracio de Wil (Suiza), que fue llevado al pueblo en procesión desde las mismas catacumbas de Roma.

En la actualidad lugares como la Capela dos Ossos de Évora se enfrentan a cruciales problemas de conservación y mantenimiento. Este es uno de los osarios más visitados de Europa, con más de 150.000 visitantes cada año, llegando a 2000 visitas diarias en los meses de verano. Esto ha provocado variaciones en los niveles de temperatura y humedad que afectan el deterioro de los restos. De hecho, por motivos de conservación las momias se encuentran actualmente en urnas. Es un debate difícil y muy habitual: la afluencia de turistas produce deterioro pero también grandes ingresos al osario.

Otro componente destructivo son las pintadas descontroladas. Muchas calaveras muestran nombres escritos con lápiz o bolígrafo, o incluso grabados, pero curiosamente esto se da en todos los osarios y tienen cierto sentido: algunas personas desean dejar su huella en lugares como este, donde inconscientemente se enfrentan a su propia mortalidad., desde este punto de vista el osario sigue siendo un lugar de diálogo con la muerte. De hecho, las pintadas muestran la larga trayectoria vital del osario de Évora, donde algunas firmas pertenecen a visitantes de hace cientos de años, desde los siglos XVII y XVIII hasta la actualidad. Incluso se dice que una de las firmas pertenece al propio Alejandro Dumas. Los vivos buscan así congraciarse de algún modo con la muerte, con estos lugares macabros para unos y sagrados para otros… En cualquier caso, estos pasillos, túneles y salas repletas de nuestros antepasados siguen ofreciéndonos la oportunidad de exaltar la vida, justo aquí, rodeados por la muerte.

© Texto y fotografías por Alberto Guerra y Raquel Rodríguez.

Dónde está la Capilla de los Huesos de Évora

DATOS DE INTERÉS

Mapa Évora
 Dónde: En Évora, una de las ciudades reconocidas como de las más antiguas de Europa, a 132 km de Lisboa.

 Qué ver: Nos encontramos en una de las ciudades de más diverso patrimonio histórico de todo Portugal. Aparte de la Capela dos Ossos es imprescindible la visita del templo romano de Diana, la Catedral gótica, y numerosos restos de dólmenes y megalitos, como el espectacular Cromlech de los Almendros, una de las alineaciones circulares de megalitos más importantes de toda la península ibérica. De hecho sólo en las cercanías de Évora se han encontrado alrededor de 150 monumentos megalíticos.

 Links y bibliografía: 
    - El Imperio de la Muerte. Paul Koudounaris. Editorial H.F Ullmann, 2014.
    - Más información y horarios https://www.evora-portugal.com/

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