— Adiós, Dr. Moreau, espero que no le falte compañía humana cuando nos vayamos.
— Agradezco su interés, Mademoiselle, pero no debe preocuparse. Tengo un sobrino que a veces me visita. Es un artista que vive en el extranjero. A veces viene y pinta mis quimeras, como él las llama. Yo le digo: “¡Gustave, tu trabajo es excelente, ojalá lo acabaras!
La Liga de los Hombres Extraordinarios. Alan Moore.
Nunca he encontrado mis experiencias lo bastante interesantes como para hacerlas públicas. Sin embargo, a petición de camaradería, voy a compartir la historia de uno de mis más fantástico descubrimientos.

Corriendo a ciegas entre la lluvia doblé por una calle de la que sólo más tarde sabría su nombre: Rue de la Rochefocucalud. Acuciado por los nervios ante el peligro, se me enmarañaban las verjas, los portones, los charcos, las hojas húmedas y pesadas…un conjunto confuso que no parecía ofrecerme ninguna garantía frente mis nuevos amigos. Y de repente, una luz cegadora pareció indicarme el único camino a seguir. Hacia ella me encaminé, pues, sin nada que perder y con el combustible de la ansiedad, salté hacia esa luz que parecía estar en todas partes justo cuando sentí una zarpa tirándome ya del tobillo.
Y luego un golpe seco, sensación de frío y una breve oscuridad. Abrí los ojos: me encontraba tumbado en el suelo de un interior de mármol iluminado con un fulgor exagerado que calcificaba los seres y las cosas. Oh, pero había otros habitantes, entonces. Mis matones no se atreverían a atacar a nadie en un interior tan pulido. Pero ¿de qué se trataba? Decidí levantarme y echar una ojeada, además, si bien agradecía la presencia de testigos, comenzaba a inquietarme su manera de escrutarme. En cuanto me incorporé descubrí por unos carteles que estaba en el Museo Gustave Moreau.
…Y los habitantes del museo salieron a mi encuentro
Gustave Moreau, el pintor «joyero»
Cierto día, Gustave Moreau (París, 1826-1898) preguntó a Edgar Degas, con quien mantuvo durante una época estrechos lazos de amistad, si pretendía revivir el arte gracias a la danza. Degas respondió: “¿Y usted? ¿Pretende renovarlo con la joyería?”.
El apelativo “joyero” que Degas dejó entender maliciosamente, ha sido recogido y empleado infinidad de veces para sostener análisis sobre la obra de Gustave Moreau. Al principio se utilizaba para separarle de los artistas más “avanzados”, en un intento por buscarle un lugar fijo en la historia del arte a un pintor que resultaba desubicado debido a su difícil lenguaje.
Más tarde, cuando se fue asimilando la importancia del Símbolo y del Fin de Siglo XIX en los movimientos estéticos considerados de vanguardia, el adjetivo comenzó a cobrar cierto sentido simbólico positivo. Hoy en día, ya se puede afirmar que es precisamente la metáfora clave para demostrar la poderosa presencia del lenguaje de Moreau, un artista que dio la espalda a su época, eligió conscientemente una estética desfasada para su tiempo y comenzó a desarrollar un método de trabajo único, en el que todo el proceso creativo era organizado por una metódica labor de orfebrería. En esa rotunda elección reside el origen de su desubicación, pues fue considerado demasiado grave para sus coetáneos modernos y demasiado perverso para sus coetáneos de Salón, sin que ninguno de ellos supiese adivinar el verdadero valor de su arte hasta casi el final de su trayectoria. Descubre más en https://www.hoyesarte.com
© Texto: Manuel Antón. Fotografías: Wikimedia Commons.
Dónde: El Museo Gustave Moreau se encuentra en el 14 de la Rue de la Rochefoucauld, en París, cerca de Montmartre y la Gare Saint-Lazare. Horario: Abierto todos los días excepto los martes. Lunes , Miércoles , Jueves: 10 a.m.-12:45 y de 14h a 17h15. Viernes , Sábado y Domingo: de 10 a 17.15 sin interrupción. Entrada normal: 6 € - reducida : 4 € Bibliografía: Más sobre Gustave Moreau en Hoyesarte.com